Salmos: La alabanza por medio de la oración.
El
Libro de los Salmos es una colección de cánticos y oraciones al Señor. Todo
empieza con el hombre meditando de día y noche en la Palabra de Dios (Sal
1.1-3) y termina con el mismo alabando a Dios (Sal 150). Si nosotros queremos
terminar así—alabando a Dios con todo lo que somos, todo lo que tenemos y todo
lo que hacemos—tenemos que empezar de la misma manera para poder desarrollar el
corazón que se destaca en el Libro de los Salmos: ¡un corazón únicamente para Dios!
David escribió la mayoría de los Salmos y este es el testimonio que Dios da
acerca de él. Es lo que Dios quiere en cada uno de nosotros.
Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también
testimonio diciendo:
he hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón,
quien hará todo lo que yo quiero.
Hechos
13.22
El
Libro de los Salmos consta de cinco diferentes “libros”. A menudo una
traducción de la Biblia tendrá los libros indicados por títulos como “Libro I”,
“Libro II”, etc. Estos cinco libros de los Salmos corresponden en un sentido
general de sus temas centrales a los cinco libros de Moisés (el Pentateuco).
La
disposición ordenada en todo el compendio del libro de Salmos es la que sigue:
ü Libro
I de los Salmos (Sal 1-41) corresponde a Génesis porque tiene que ver con el
hombre.
ü Libro
II (Sal 42-72) corresponde al Libro de Éxodo porque trata de Israel y su
liberación.
ü Libro
III, de Salmos (Sal 73-89) corresponde en sentido general a Levítico porque se
trata mucho del santuario, el lugar de la presencia de Dios.
ü Libro
IV de los Salmos (Sal 90-106) corresponde a Números porque tiene que ver con la
iniquidad del hombre y su andar sin rumbo en este mundo.
ü Libro
V corresponde al último de Moisés—Deuteronomio—, pero esta es sólo una
inferencia por aplicación, sin embargo, históricamente se le atribuye a Moisés,
casi por consenso el Salmo 90 (el único prácticamente).
Doctrinalmente,
podemos ver las oraciones de los santos de la Tribulación en los Salmos.
Muchos
de los Salmos se escribieron durante tiempos de persecución, como cuando David
estaba huyendo de la persecución de Saúl.
Bien se
puede afirmar que muchos de los Salmos forman cuadros proféticos de los
israelitas en la Tribulación huyendo del Anticristo y su persecución global de
los judíos (Apoc 12.17). Así que, en muchos de los Salmos podemos ver el
sufrimiento de Israel durante “aquellos días” y sus clamores a Dios por
liberación y salvación.
Proverbios: La prudencia por medio de los preceptos.
Proverbios
es el libro de la sabiduría de Dios escrito en preceptos (en instrucciones o
reglas que establecen el buen manejo de la vida delante de Dios). El versículo
clave es Proverbios 1.7.
El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;
Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
Proverbios
1.7
Este
libro se divide en tres partes:
ü
Del capítulo 1 al 9 vemos la
narración de la sabiduría.
ü
En Proverbios 10 hasta el 29
podemos leer los principios de la sabiduría.
ü
Al final, Proverbios 30 y 31 se
tratan del hombre y la mujer de sabiduría.
Doctrinalmente,
Proverbios es como el “Sermón del Monte” del Antiguo Testamento. En el Sermón
del Monte en Mateo 5-7, Cristo estableció la constitución de Su reino (los
preceptos y principios por los cuales el reino mesiánico, el Milenio, se regirá).
Vemos algo muy parecido en los Proverbios. Hoy en día si uno aplica al pie de
la letra los preceptos y principios de los Proverbios, a menudo verá el
resultado prometido, pero no siempre. Tome por ejemplo el siguiente Proverbio.
La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace
subir el furor.
Proverbios
15.1
Este es
un buen principio que siempre hemos de seguir. Si nos encontramos con alguien
enojado, hacemos bien en darle una “blanda respuesta” porque si le respondemos
con una “palabra áspera” sólo vamos a enfurecerle más. Sin embargo, este
principio no funciona siempre. A veces la blanda respuesta lo enfurece a uno
igual que la palabra áspera. Puede que una palabra áspera sirva para sacudir al
que está enojado tanto que se calme un poco. ¿Por qué es así? Porque los
Proverbios contienen principios universales del reino perfecto que no funcionan
siempre en el mundo actual. No obstante, durante el Milenio, cuando el Mesías
esté sobre la tierra y el mundo entero se rija por Sus leyes, uno podrá aplicar
los Proverbios y siempre resultarán en lo prometido.
El
Sermón del Monte es la constitución del reino mesiánico y los Proverbios son
las “leyes naturales” del mismo. Son buenos principios por los cuales debemos
vivir hoy en día, pero son “leyes” para el futuro reino perfecto cuando Dios,
por medio de Cristo Jesús gobernará plenamente la vida de los hombres.
Eclesiastés: La vanidad de la vida revelada por medio de
la verdad.
Eclesiastés
es un libro acerca de la vanidad de la vida “debajo del sol” (o sea, la vida
carnal o mundana en esta tierra). Vea cómo el libro empieza.
Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades,
todo es vanidad.
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se
afana debajo del sol?
Eclesiastés
1.1-3
A la
luz de esta verdad, Dios nos lleva a la conclusión de los últimos versículos de
este libro.
El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda
sus mandamientos;
porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra
a juicio,
juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.
Eclesiastés
12.13-14
Dios
usó a Salomón para escribir las palabras de este libro y puesto que él fue el
hombre más sabio de todos (1Rey 4.29-30; 10.23), sus palabras de sabiduría en
Eclesiastés forman una guía que todos hemos de seguir. Salomón llegó a la
conclusión que es vano y vanidad tratar de vivir para esta vida en este mundo.
Es mejor temer a Dios y guardar Sus mandamientos porque si hacemos esto,
siempre haremos bien. Hay que entender el equilibro que Eclesiastés nos da a la
par del Libro de Proverbios.
El
Libro de Eclesiastés nos da un buen “contrapeso realista” a la par del
“optimismo sin reservas” de muchos de los Proverbios. “Haga lo bueno y recibirá
bendición” de Proverbios es una regla general ahora (y será una ley universal
luego, en el Milenio). Hoy día no
siempre recibimos la bendición que se promete por el bien que hacemos según los
principios de los Proverbios. Eclesiastés, entonces, balancea todo este
“optimismo” de los Proverbios con una buena dosis de la realidad.
El
Libro de Eclesiastés afirma que la única respuesta que le da sentido a la vida
es temer a Dios y disfrutar de lo que Dios nos da en esta vida. La vida sin
Dios (como se describe en el contenido de Eclesiastés) no tiene sentido porque
todas las metas terrenales son vanidad. Pero, el que vive temiendo a Dios y
guardando Sus mandamiento puede estar contento porque sabrá que estará
agradando a su Creador. Así que, se reemplaza la frustración de una vida
terrenal, que es vanidad, con una vida de paz y contentamiento.