viernes, 10 de octubre de 2014

TEOLOGÍA DEL REINO II. Clase no. 3




Las enseñanzas de Jesús en el sermón del monte no fueron dadas en el contexto de entrar al Reino por primera vez.  Estas se enfocan en la calidad de vida demostrada por quienes han entrado al reino y han dado una respuesta a la misericordiosa intervención de Dios, además de haber experimentado un nuevo nacimiento. Las  bienaventuranza por lo general son consideradas como la parte más importante de Su enseñanza (Mateo 5:1-12; Lucas 6:20-16). Es vital comprender que la esencia de las enseñanzas en Cristo se refiere al Reino. Las bienaventuranzas resumen, en frases simples y concisas, verdades fundamentales que aparecen en muchos y variados contextos en las otras enseñanzas de Jesús. Ellas realmente son una llave que abre la puerta a Su enseñanza más extensa.


Hemos visto cómo la llegada del Reino ha traído una nueva era que trasciende la era de la ley y los profetas. La diferencia radical entre la era pasada y la nueva se enfatiza en Mateo 5: 17-48. Lo dicho en este pasaje es: “oísteis  que fue dicho… Pero yo os digo…”. Jesús se atribuye una autoridad mayor que la de Moisés.  

Jesús vivió y enseñó un concepto revolucionario de ética porque Él incorporaba una era completamente nueva. Quienes están en el Reino hacen cosas inauditas como poner la otra mejilla, llevar la carga dos millas y amar a sus enemigos. Este nuevo estándar no le permite al hombre albergar ira, lujuria, o falta de honestidad en su corazón (5:21-37). No es una abolición a la ley y los profetas, sino una elevación de éstos a un nivel que va más allá de la capacidad humana. El reino trasciende la ley, la nueva era  es mucho más gloriosa  que la anterior, tanto así que la era pasada parece desvanecer ante la comparación (2 Corintios 3:7-11).

La nueva era ha llegado, trascendiendo la anterior; aun cuando la antigua sigue aquí, permanece en un contraste radical con la nueva. Las bienaventuranzas se sitúan en el contexto de “ahora” y “entonces”. Aquellos que AHORA tienen hambre, ENTONCES serán saciados (Lucas 6:21). Los que AHORA están saciados, ENTONCES tendrán hambre (6:25). Los que AHORA lloran, reirán ENTONCES (6:21). Los que AHORA ríen, se lamentarán y llorarán ENTONCES (6:25).

Se crea un contraste entre el actual siglo malo y la gloria del siglo venidero, cuando sean intervenidos los estándares de este mundo. Aquellos que han entrado al reino viven en esos estándares radicales. 

Las bienaventuranzas sólo se pueden entender en el trasfondo de la presencia del futuro. Los cristianos son gente que ha conocido a Jesús, y conocer a Jesús es  conocer el fin. Hemos sido sacados de este mundo presente y ya vivimos mediante los poderes del siglo venidero, aun cuando al mismo tiempo vivimos en este mundo. Nos vemos atrapados por la tensión entre dos mundos, sin embargo el poder, la realidad y los valores del reino determinan nuestras vidas, en vez de los modelos de este siglo.


El énfasis en la respetabilidad y la realización pública, es central para el mundo en que vivimos.       El hombre practica la piedad ante los hombres: le gusta ser visto cuando le da al pobre, que lo escuchen cuando ora, y llamar la atención cuando ayuna (Matero 6:1-8). Quienes han entrado al mundo venidero saben que el verdadero énfasis radica en la condición del corazón ante Dios. Los primeros están absortos con las cosas materiales o las preocupaciones de esta vida,  los últimos confían en la provisión de su Padre celestial (6:19-34; 7:7-12)

Si se adoptara el  Sermón del Monte como el estándar moral que el hombre debe alcanzar,  nadie podría ni siquiera tener la esperanza de entrar al reino de Dios.  Jesús no está ordenando un nuevo conjunto de reglas. Él está describiendo lo que le sucede a quienes han dejado este siglo y comienzan a vivir en el siglo venidero.  Sucede un cambio revolucionario en nuestras vidas cuando somos alcanzados  por los poderes del siglo venidero.  
                                                                                             Jesús  no dijo “Hagan esto y no aquello y 
 y entrarán en el reino”, Él se refiere a quienes son la sal de la tierra y la luz del mundo (5:13-14). Estos son los hijos del Reino, los postreros que han pasado a ser los primeros, los niños a quienes se les  ha dado el Reino y los nacidos de nuevo que se han arrepentido y han seguido a Jesús. Esta es una descripción del estilo de vida del nuevo hombre en Cristo, la nueva criatura para quien  las cosas viejas han pasado y todas han sido hechas nuevas (II Corintios 5:17).   

Una bienaventuranza es una bendición o felicidad suprema. La palabra original significa “ser feliz” o “ser felicitado(a)” ante una condición o posición asignada por un personaje muy importante.
Para los hebreos, “bendición” involucra mucho más que sólo “sentirse” feliz; incluye bienestar absoluto.  Los conceptos hebreos de “Shalom” y “salvación” se pueden resumir como bendición.   El concepto de “bendición” de la era venidera se desarrolló en los escritos escatológicos y apocalípticos.  

Las referencias en el Antiguo Testamento reflejan el comienzo de lo que se desarrolló en el tiempo de Jesús. Para Jesús, la bendición estaba vinculada específicamente a la idea de la era venidera, la dicha de la era mesiánica (la que Él vino a introducir a este mundo).  Esto también se refleja en la manera en que se utiliza en el Apocalipsis según San Juan (Apocalipsis 19:9).  


En las bienaventuranzas, Jesús describe la clase de gente que compartirá esta felicidad.  Cada bienaventuranza podría traducirse como: “Oh, la felicidad de…”.  Deberíamos recordar el concepto del profeta Isaías de una clase especial de gozo que sólo se encontrará en el siglo venidero (Mateo 5.1-12; Lucas 6.20-23).

Está claro en la combinación de la misma expresión “pobres en espíritu” que, aún cuando ser pobre podía significar ser materialmente pobre, éste nunca fue el concepto definitivo.  El concepto hebreo es holístico (integral o completo), inclusivo.  La pobreza material nunca se ha considerado como una bendición de Dios, al contrario, La Palabra misma contiene que “la bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella” Proverbios 10:22. 

El significado de los “pobres en espíritu” contiene una doble vinculación: Primeramente se trata de una pobreza interior que hace que esos “pobres en espíritu” vivan bajo el reconocimiento de que necesitan a Dios y a los demás.  Esos “pobres en espíritu” (pobreza interior, no exterior) se caracterizan por ser humildes, amistosos, tratables, no altivos, no arrogantes ni opresores de los demás.

Luego, la expresión los “pobres en espíritu” es muy vinculadora de que el pobre o el necesitado en lo material no tiene poder ni influencia propia, con frecuencia son (marginados y) pisoteados por el opresor.  Esto hace que confíen plenamente en Dios, en vez de (hacerlo) en sus propios recursos, de modo que Dios se pone de su parte contra el opresor.  

El contexto de la declaración de Cristo es escatológico: los pobres son bendecidos con la llegada del Reino.  Para Isaías la era mesiánica significaba la salvación de los pobres y arrepentidos de corazón.  En la enseñanza de Jesús se les debe ofrecer a los pobres la abundancia de la última cena (Lucas 14:13,21).   Éste es el motivo por el cual se les predica las buenas nuevas.

Si la era venidera traerá salvación a los pobres, también traerá devastación a quienes son ricos e impíos en sus riquezas; esto trastornará por completo el sistema de valores de este siglo.          

La declaración de bendición a los pobres se equilibra con la declaración de ayes hacia los ricos (Lucas 6.24-25), (léase también Santiago 5.1-4).   Dios no está en contra de las riquezas, Su bendición trae prosperidad y abundancia, sin embargo está en contra de quienes son ricos a expensas del pobre y de quienes confían en sus riquezas.


Por lo tanto, el “pobre” y el “rico” en las bienaventuranzas, son quienes se encuentran en circunstancias que generalmente se aplican al rico y al pobre en lo material.  Sin embargo, dado que los pobres pueden ser orgullosos y los ricos pueden haber sido enriquecidos mediante la bendición de Dios, lo anterior se refiere a (una condición interna, o) una actitud frente a la vida.

Los pobres en espíritu (sean pobres o ricos en lo material) son quienes saben que necesitan a Dios, que sin Él se encuentran desamparados, débiles y empobrecidos; no confían en la justicia de sus obras, sino en la gracia de Dios. La ilustración más gráfica de una persona semejante se encuentra en la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18.9-14).   Paradójicamente, este hombre debió haber sido rico al igual que la mayoría de los recaudadores de impuestos, que eran los maestros del fraude.  Aun cuando él era materialmente rico, era pobre en espíritu.  (Contrario al fariseo, quien era un buen conocedor de la Ley y de sus prescripciones acerca de la vida espiritual, así como también una persona muy apegada a costumbres religiosas rígidas como las de su teología particular, no obstante, todo eso significaba para él una “verdadera” “justificación” para presentarse “limpio” y “diferente” ante Dios, y prácticamente “sin necesidad” de tener que pedir perdón por nada a Dios mismo).

Cuando Jesús decía “porque vuestro es el reino de Dios”, (Lucas 6:20), Él quería decir que todo lo prometido en Isaías les pertenecía.   Los pobres en espíritu tienen la dicha, felicidad y abundancia del Reino de Dios y todo lo que éste trae consigo.  Por lo tanto, El Evangelio provee una esperanza real para los pobres de este mundo.

Entonces podemos decir que, aun cuando esta felicidad seguramente llegará en el siglo venidero, ya obra en la actualidad. Mientras el mundo piensa que los ricos son felices y los pobres no tienen esperanza, Jesús hace una declaración autoritaria de lo contrario. Los pobres son bendecidos tanto en el reino futuro como en el presente. Los ricos pueden parecer bendecidos, pero el día de saldar cuentas puede llegar en cualquier momento y las riquezas en las que confiaron se acabarán.  Esta bienaventuranza es una profunda promesa para los pobres y una seria advertencia para los ricos. 

El llanto al que se refieren las Escrituras es una clase especial de lamento que experimentan los piadosos cuando ven la devastación del pueblo de Dios y el horror de la rebelión humana y sus consecuencias.  El hombre (o la mujer) que llora es, ya sea el pecador que está profundamente convencido de su propio pecado, o el creyente que está profundamente preocupado por la perversión del mundo en que vive y en especial por la cautividad del pueblo de dios, cuando le vuelven la espalda a Él.   Este lamento se convierte en un clamor a Dios por liberación y redención.  Ellos recibirán consolación, el reino de Dios dará un vuelco al sistema de valores del presente siglo malo.
El hombre manso confía a Dios su causa o necesidades y no lucha por sus propias fuerzas.  Moisés es el clásico ejemplo de mansedumbre (Números 12:3).  David posee la misma cualidad. Salmos 37 es la exposición más clara de mansedumbre en el A.T. Jesús citó el verso 2 en esta bienaventuranza: “pero los mansos heredarán la tierra”.    Ser manso es esperar que Dios nos haga justicia sin impacientarnos por los impíos (Salmo 37:1,5,7). 

Al igual que sucede con las demás bienaventuranzas, las promesas hechas a los mansos son mesiánicas y provienen de Isaías.  La idea de heredar la tierra es un tema preponderantemente bíblico.  La idea básica se originó en la forma cómo la tierra prometida se dividió mediante sorteo entre las familias (tribus) de Israel.  En el N.T. la “tierra” llegó a representar mucho más que un Israel (o tierra) físico.   Ahora el pueblo de Dios hereda la vida eterna en el Reino (Mateo 25:34). 

Decir que los mansos heredarán la tierra, es otra forma de decir que los mansos heredarán el Reino.  Aquellos que no tienen nada en este mundo, pero confían completamente en Dios, lo tendrán todo en el siglo venidero. A medida que el siglo venidero irrumpe en este siglo, los hijos del Reino toman parte en su heredad. 

Mientras Mateo habla de quienes tienen hambre y sed de justicia, Lucas sitúa las bienaventuranzas en el contexto de pobre y hambre material. Al igual que con el  pobre, la idea básica comienza en los Salmos.  La abundancia dada al pobre y hambriento es parte fundamental de la promesa mesiánica que se cumplirá en el Reino venidero, particularmente en la cena mesiánica (Lucas 22.16,30).  Jesús demostró la presencia del Reino cuando alimentó a los pobres y hambrientos (Lucas 9:17).  Ahora los ricos están saciados (Lucas 6:25), pero cuando Cristo venga a Su pueblo, los hambrientos serán colmados de bienes y a los ricos se les enviará vacíos (Lucas 1:53).   EL relato del hombre rico y Lázaro cuenta la historia con un detalle gráfico (y escatológico) (Lucas 16.19-31).    El hecho que Mateo añade la frase “sed de JUSTICIA…” (Mateo 5:6), es prueba del hecho que el Reino de Dios no es sólo comida y bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17).

Los que tienen hambre pueden estar absolutamente cerrados a Dios, mientras que los ricos a veces están profundamente hambrientos por las cosas de Dios.  La situación material es un símbolo poderoso de los valores espirituales del hombre y puede ser considerada más que simbólica, porque con una mayor frecuencia, la gente materialmente hambrienta se encuentra también espiritualmente  hambrienta, mientras que quienes jamás han experimentado necesidad material sienten que no necesitan a Dios en sus vidas.

La justicia de la cual los hombres tienen hambre es mucho más que la justicia externa procurada por los fariseos.  La justicia verdadera gira en torno a las relaciones.  Juan el Bautista vino “en camino de justicia” (Mateo 21:32).  Ese camino de justicia incluye la ética de las relaciones humanas (Lucas 3.10-14).  El estándar de justicia que Jesús emplee cuando juzgue al mundo abarcará las relaciones humanas (Mateo 25:37).                           

La santificación no es una lista de leyes externas sobre la comida y el vestido, sino una manera de relacionarse con Dios y el hombre.  Este hambre de justicia incluye el profundo deseo del hombre de ser perdonado por Dios (al haber faltado a Sus leyes en el trato para con sus semejantes).

Esta bienaventuranza es tanto una promesa de perdón para quienes lo anhelan y como una promesa de cambio total para los pobres de la tierra, cuya esperanza está en la venida del Reino de Dios.  Ellos serán saciados en el banquete mesiánico.