1.
Dejar que la Biblia sea su propio intérprete cada vez que sea
posible.
2.
Tomar literalmente, lo más posible, las palabras de la Biblia.
Sólo debe buscarse el significado figurado cuando el literal carezca de
sentido.
3.
Colocar todas las interpretaciones hechas dentro del contexto
del cual fueron tomados los pasajes, para ver si se ha cometido alguna
arbitrariedad en la interpretación.
4.
Considerar el tema o propósito del libro cuando se intérprete un
pasaje específico de dicho libro.
5.
Ser reflexivo al hacer la interpretación. Evitar los juicios
acelerados. Buscar las razones que pudieran demostrar que su interpretación es
incorrecta.
EL AMBIENTE DE
UN TEXTO BÍBLICO
Para esto necesitaremos investigar el
trasfondo histórico. Es el momento que logramos adentrarnos en la vida del
escritor, conociendo su estilo de escribir y detectamos la intención verdadera
y las emociones que le embargaban, solo entonces estaremos cerca de recibir el
mensaje en su primera intención. Para tener una idea más o menos completa del
fondo histórico de un texto, es necesario recoger y comparar cuantos datos
permiten al intérprete acercarse al máximo de la situación en que dicho tema se
enmarca. Destacamos a continuación los más importantes.
1) DATOS GEOGRAFICOS: La orografía, la hidrografía, la climatología, la flora y
fauna, etc., del lugar correspondiente pueden ayudarnos a entender más
claramente determinados pasajes. La parábola del buen samaritano (Lc.10:30-35)
resulta más vívida si pensamos en lo abrupto del terreno rocoso entre Jerusalén
y Jericó, muy adecuado para proveer de escondrijos a bandidos y maleantes de
toda calaña. La solitaria ruta, no sin razón había recibido el nombre de
“camino de sangre”.
2) ÉPOCA O MOMENTO HISTORICO: Las circunstancias históricas (políticas,
sociales, culturales, religiosas/espirituales, etc.) relativas a un texto dado
son igualmente importantes. Nos permiten aproximarnos más al mundo del autor, a
los problemas, las inquietudes y las perspectivas que éste tenía ante sí y que
en parte configuraban su mensaje. Uno de los grandes textos de Amós, “Buscadme
y viviréis” (5:4), va seguido de una exhortación que, lógicamente, ha de tener
una importancia paralela: “No busquéis a Betel, ni entréis en Gilgal, ni paséis
a Beerseba” (5:5). ¿Qué razón había para esta prohibición? Simplemente un destino nefasto reservado para
estas ciudades. En días de Amós, aquellas poblaciones de gratos recuerdos
vinculados a los patriarcas y a Samuel, se habían convertido en centros idolátricos
a los que los israelitas acudían con entusiasmo en tanto que deslealmente
abandonaban a Yahvé. La opción entre el culto al Dios verdadero y la idolatría
de aquellos santuarios era una cuestión de vida o muerte.
3) CIRCUNSTANCIAS ESPECIALES RELATIVAS AL AUTOR: No todos los libros de la
Biblia pueden ser atribuidos con certeza a un escritor determinado. En no pocos
casos la autoría es uno de los factores más controvertidos en toda instrucción
bíblica. Pero cuando se sabe quién fue el autor de un texto bíblico, es mucho
lo que su personalidad, sus creencias distintivas, sus experiencias y sus
circunstancias particulares pueden aportar para la recta interpretación de lo
que escribió. El Salmo 32 es generalmente atribuido a David. Su contenido en si
es inspirador; pero indudablemente su capacidad aumenta cuando lo relacionamos
con la horrible caída del rey de Israel que le llevó al adulterio y al
asesinato (II.Sm.11). El dolor de David durante el tiempo de reflexión hasta su
encuentro con el profeta Natán, su arrepentimiento y su restauración se
reflejan vívidamente en los versículos 3-5 del Salmo.
4) CIRCUNSTANCIAS RELATIVAS AL DESTINATARIO: ¿a quién va dirigido un libro
determinado de la Biblia? Si no se conoce de modo concreto el destinatario, ¿A
quién tenía el autor en mente de modo especial? Si el pasaje contiene un
discurso, ¿Quiénes fueron los oyentes y en qué circunstancias lo escucharon? La
respuesta a estas preguntas también nos suministran datos hermenéuticos de
valor. Los mensajes de Hageo y Malaquías ganan significado cuando pensamos en
la situación existencial de los judíos que habían regresado de la cautividad.
La dureza de Pablo al escribir a los Gálatas se comprende si valoramos
adecuadamente la gravedad del giro doctrinal que se estaba efectuando en
ellos.
5) OCASIÓN DEL ESCRITO Y PROPOSITO DEL ESCRITOR: En no pocos casos, este factor está muy
vinculado al anterior. Las particulares circunstancias de los destinatarios
constituían básicamente el motivo para escribir con miras a instruirlos, alertarlos
o corregirlos según el caso, lo que determinaba la finalidad del libro. Por
ejemplo el propósito del libro del Génesis es ensalzar a Dios como creador y
soberano, como el Dios que revela, Dios de santidad y de gracia, Dios que rige
los destinos de hombres y pueblos según propósitos que el hombre no puede
frustrar.
6) LO PERMANENTE Y LO TEMPORAL DE LA ESCRITURA: Una cuestión importante al
interpretar la Biblia es la determinación de aquello que tiene un carácter
invariable y general y lo que sólo fue transitorio o particular. Atribuir a
todos los textos una vigencia perenne nos llevaría a grandes errores, a veces
graves por sus desviaciones ético-sociales e incluso espirituales. Sería absurdo pensar que todas las leyes
dadas a los israelitas han de seguir vigentes hoy en día ¿Cómo podríamos
obedecerlas? En caso de supuesto
adulterio, ¿Exigiríamos a una mujer que demostrase
su inocencia ingiriendo una pócima malsana, como se preceptúa en Números
5:11-31? ¿Abríamos de establecer ciudades de refugio para que los homicidas
involuntarios pudieran hallar asilo en ellas, como se ordena en Números 35,
Deuteronomio 19:1-13, etc.? O, ¿acaso
tomaremos al pie de la letra los mandamientos Deuteronomio 21.1-12? Hacer
la pregunta ya es contestarla. ¡Evidentemente no! Esas leyes corresponden a una
sociedad antigua completamente distinta de la nuestra aceptarlas y tratar de
aplicarlas a nuestra sociedad compleja sería totalmente ridículo.
La orden dada por Jesús al joven rico
(Marcos 10:17-22) extendida a todos los seguidores de Cristo y literalmente
cumplida, acarrearía a la iglesia grandes dificultades y resolvería muy pocos
problemas, aunque por supuesto, la esencia de aquel mandato de Jesús, es decir,
la necesidad de renunciar a todo cuanto pueda impedirnos seguirle, si tiene un
alcance general y permanente.
¿Y qué decir del aparente “machismo” del apóstol
Pablo en I Corintios 14.34-35? ¿Cómo contrastar
o “conciliar” este texto con Gálatas 3.23-28?
¿A qué “ley” se refiere la que el apóstol hace referencia en I Corintios
14:34?
El método correcto para interpretar y
entender correctamente esta Escritura es recurriendo a tres principios:
(1) La Palabra de Dios condena todo
acto que atente contra los principios de justicia y respeto por el valor del
hombre creado a la imagen misma de Dios; uno de esos principios es el de la
LIBERTAD. Lo contrario a ella es la
esclavitud.
(2) El contexto histórico y
socio-cultural tanto de los receptores (destinatarios o lectores) del apóstol
Pablo como el tiempo mismo arroja luz para tomar como se deben tomar los términos
o palabras particulares que conforman la conjugación expresiva del escritor (Pablo).
En el caso de I Corintios 14.14-15, el
texto mismo nos obliga a poner en el espacio que corresponde a las palabras
distinguidas o enfáticas que contiene.
(3) La aplicabilidad (usabilidad)
correcta del principio de lo
permanente (trascendencia) y lo temporal de las Escrituras a la hora de
interpretar las mismas desde un punto de ella (un texto en particular).