Los
Doce libros de Historia
Los Libros Históricos en el Antiguo Testamento tratan sobre la formación del pueblo de Israel, el exilio a Babilonia y el regreso a Jerusalén. En estos
libros aprendemos sobre las murallas que cayeron en Jericó, el reinado de
David, conocemos al profeta Elías, y una serie de reyes irreverentes. La gran
lección es que Dios cumple sus promesas y espera de su pueblo obediencia y
fidelidad. Esta serie de Libros en La Biblia están después del Pentateuco y antes de los libros poéticos.
Josué:
La
posesión
Tomó, pues, Josué toda la tierra,
conforme a todo lo que Jehová había dicho a Moisés; y la entregó Josué a los
israelitas por herencia conforme a su distribución según sus tribus; y la
tierra descansó de la guerra. (Jos
11:23)
El Libro de Josué es un libro de victoria y puede
dividirse fácilmente en dos partes según las dos etapas de la conquista de la
tierra prometida que se menciona en Josué 11:23.
Primero, los capítulos del 1 al 12 tratan de
la conquista de la tierra y, luego, los siguientes capítulos (del 13 al 24)
tienen que ver con la ocupación de la misma. Así que, el Libro de Josué es el que cuenta la
historia de Israel tomando control de lo que Dios les prometió años antes. Es también un libro de transición porque nos
lleva de los libros de Moisés, y el comienzo de la nación de Israel, al resto
del Antiguo Testamento y el desarrollo del reino de Israel en la tierra
prometida.
Hay mucha enseñanza doctrinal y práctica que
el estudiante de la Biblia puede sacar del Libro de Josué porque, en cierto
sentido, es el “Libro de Jesús”. Josué sirve de pre-tipo de Jesús como otros siervos de Dios en el A.T. El nombre Josué en hebreo es el mismo nombre
Jesús en griego.
Así que, por medio de los tipos y cuadros en
Josué podemos ver muchas enseñanzas prácticas acerca de cómo nosotros podemos
tomar posesión de (experimentar) todo lo que Dios nos ha prometido en Jesús.
En Él
tenemos la promesa de vida abundante (Juan 10.10) y la de toda bendición
espiritual (Ef 1.3), pero ello implica asumir una vida activa como guerreros para
tomar posesión de lo que Dios ya prometió, de lo contrario nunca lo
experimentamos en este mundo. Si queremos ver y tomar lo que Dios tiene para
nuestra vida como posesión eterna, tenemos que cumplir lo mismo que se le dijo
a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y
seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en
dondequiera que vayas”. (Josué 1.9)
La vida en el
Reino de Dios no es para cobardes. Dios
sentencia que “…los
cobardes y los incrédulos…tendrán su parte en el lago de fuego…” (Apocalipsis 21:8)
También, doctrinalmente el Libro de Josué es un
cuadro profético de la segunda venida de Cristo. El Mesías vendrá y seguirá la misma ruta que
Josué tomó para tomar control de la tierra. Él, como Josué, despojará a los
enemigos de Israel que están ocupando la tierra prometida y luego la dividirá
entre los hijos de Israel durante el Milenio
Jueces y Rut: La declinación
Después los hijos de Israel hicieron lo
malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron
a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y
se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus
alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. (Juec
2.11-12)
Lastimosamente, para Israel la victoria del
Libro de Josué no dura mucho tiempo. En el Libro de Jueces leemos acerca de la
declinación de la nación de Israel hacia la apostasía y finalmente, la ruina. Se puede ver seis veces en este libro el mismo
ciclo de apostasía.
Primero, Israel cae en pecado desobedeciendo
a la Palabra de Dios. Luego, Dios les envía un opresor para castigarles y
llevarlos hacia el arrepentimiento. Bajo el duro castigo de Dios, los israelitas
se arrepienten y claman a Él por liberación. Por esto, el Señor levanta un
juez—un líder para el pueblo—y él moviliza a los israelitas a la guerra contra
sus enemigos para sacarlos de su aflicción. Por lo tanto, los israelitas
experimentan la victoria por medio de la provisión de Dios, pero al rato caen
otra vez en el pecado y la apostasía desobedeciendo la Palabra de Dios, y el
ciclo se repite.
El versículo clave del Libro de Jueces es el
último y capta bien la causa de todos los problemas de Israel durante este
tiempo.
En estos días no había rey en Israel; cada
uno hacía lo que bien le parecía. (Juec 21.25). No había rey—una autoridad final—para guiar a
los israelitas conforme a la voluntad de Dios, entonces cada cual hacía lo que
le daba la gana. Todos vivían según su propio parecer. Esto nos ayuda a
entender la apostasía de nuestros días que se debe a la misma falta de
autoridad final. La gente ha rechazado la Biblia como la autoridad y cada uno
hace lo que bien le parece. Es como muchos dicen: “... Dios me dijo... Tuve un
sueño... El Señor me mostró en una visión...” Al decir este tipo de cosas,
echan por la borda la autoridad final de la Escritura y aceptan la autoridad de
su parecer.
Porque vendrá
tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír,
se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de
la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2Tim 4.3-4)
Además, el Libro de
Jueces es un cuadro doctrinal y profético de “aquellos días” de la Tribulación
que están por venir después del arrebatamiento de la Iglesia. Él duro castigo
que Israel experimentaba durante el tiempo de los jueces prefigura lo que les
va a pasar en la Tribulación cuando los pueblos del mundo se reúnen para
exterminar a los judíos (Apoc 12.17).
Sin embargo, como en
el Libro de Jueces, el castigo divino va a provocar el arrepentimiento en
Israel y Dios mandará a un Juez, el Mesías, para librar a los judíos de sus
opresores.
Y derramaré
sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia
y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron [en la crucifixión], y
llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se
aflige por el primogénito. (Zac 12.10)
Después saldrá
Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla.
(Zac
14.3)
Rut:
El
versículo clave de Rut es 1.16.
Respondió Rut:
No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú
fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y
tu Dios mi Dios. (Rut 1.16)
En este versículo
vemos que la decisión de Rut de aceptar al Dios de los israelitas es lo que
hace toda la diferencia en su vida.
¡Qué buen cuadro de
otro versículo “1.16” que está en la Biblia!
Porque no me
avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel
que cree; al judío primeramente, y también al griego. (Rom
1.16)